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Un sobrevuelo por Chiribiquete

13 de mayo de 2019

 

Chiribiquete es uno de esos lugares que impresionan desde el aire por sus enormes rocas, como gigantescos moffins horneados en medio de la selva

 

 

A partir de junio, 19 operadores turísticos están autorizados para hacer sobrevuelos por el Parque Nacional de Chiribiquete, Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad secuestrado durante medio siglo por un conflicto armado absurdo y que sin la presencia del Estado y sin el interés colectivo quedará expuesto a una mayor deforestación, a la colonización descontrolada y a actividades clandestinas de minería, ganadería y cultivos ilegales.


 

Por sus dimensiones y los caprichos de su topografía, Chiribiquete es uno de esos lugares que impresionan desde el aire por sus enormes rocas, como gigantescos moffins horneados en medio de la selva, donde antiguos grupos indígenas pintaron durante miles de años, en sus abrigos rocosos, más de 250.000 dibujos rupestres.

 

Que los aviones o los helicópteros sobrevuelen sus 4,2 millones de hectáreas de magia y belleza no es en sí misma una noticia, pero sí el hecho de que el Estado haya puesto el mayor interés sobre uno de los mayores parques tropicales del mundo y que hasta hace poco era completamente desconocido, inclusive para los propios colombianos.

 

Y aún más relevante es que se comience a ver el turismo como un mecanismo de protección, que se conjugue la política ambiental con la turística. Tiene especial valor el hecho de que el propio presidente Duque se haya referido al respecto para subrayar que nuestros espectaculares parques naturales deben ser protegidos, vigilados y conservados, y que una forma de hacerlo es dando a conocer su riqueza, su dimensión, y que a su alrededor se forme un cinturón de seguridad y control.

 

Cerrar los parques para protegerlos es una opción que a la fecha ha demostrado que no garantiza su supervivencia. Se requieren recursos económicos nuevos, políticas concertadas, cooperación internacional, comunidades locales preparadas para la prestación de servicios, garantizar la esencia de las culturas milenarias, certificar las buenas prácticas, buscar turismo internacional más sofisticado, como los observadores de aves, que conocen de la extrema fragilidad de los ecosistemas.

 

Es importante que el Estado recupere esas zonas y promueva una rápida planeación para organizar un desarrollo seguro y garantizar que la travesía que después harán miles de aventureros para ver con sus propios ojos el arte pictórico amazónico, la flora y fauna endémica, la cuna del jaguar, sume y no afecte este patrimonio universal.

 

Un trabajo mancomunado entre los ministerios de Medio Ambiente y Comercio, Industria y Turismo se hace más relevante, la concertación a través de una instancia que permita lograr una coordinación para el desarrollo del turismo como veedor es aún más importante.

 

Un turismo sostenible y responsable, con prestadores de servicios bien preparados y ofreciendo servicios de calidad, una sólida institucionalidad y un propósito común podremos hacer de Chiribiquete y de La Macarena íconos universales del Turismo Naturaleza.

 

Para ello hay que definir las áreas viables para el turismo, trabajar con las comunidades y las autoridades locales, definir la interacción con los parques naturales y establecer las áreas de amortiguación para el desarrollo de proyectos. Con un plan integral y una estrategia incluyente, con la actualización del acceso a la tierra y una estabilidad jurídica para la inversión en estos destinos, lograremos que el turismo sea el próximo petróleo y veedor de nuestra riqueza.

 

Publicado en La República, disponible aquí

Foto tomada (googleimages)