Crecimiento económico: ¿milagro agropecuario?




Esta debe ser una oportunidad para hacer los cambios necesarios en la política de tierras y proveer la seguridad jurídica necesaria para que la inversión en el campo colombiano aumente.

Los resultados del comportamiento de la economía en el tercer trimestre de este año, con un crecimiento de apenas 2%, fueron menores a lo esperado. Esto condujo a que el Gobierno reajustara su previsión para este año a la baja, situándola en un modesto 1,8%.

Sin embargo, más allá de la preocupación que han generado estas cifras y la desaceleración que vive la economía, la grata sorpresa la dio la rama de agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca que creció 7,1% frente al mismo periodo del año 2016, siendo el sector más dinámico de la economía nacional para ese trimestre, por encima del financiero, obras, minero-energético e industrial. Su comportamiento fue impulsado en gran parte por el crecimiento del cultivo de café en 21,2%, de otros productos agrícolas en 6% y animales vivos y otros productos derivados en 5%.

Con este ya son tres trimestres en los que el sector agropecuario ha sido la locomotora del crecimiento. Aunque el café se destaca, otros sectores como la palma –con mejores indicadores de productividad–, el avícola –que mantiene su proceso de consolidación y transformación–, las flores y el banano también han aportado combustible en esta aceleración.

¿Podría hablarse ya de un milagro agropecuario? Si bien es cierto que el sector crece, también lo es que no se han dado cambios en sus fundamentales y que las cifras pueden explicarse por hechos puntuales. El primero, que 2016 fue un año muy complejo para el agro colombiano, con fenómeno de El Niño y el paro camionero que afectaron la producción y dispararon la inflación.

El segundo, que se ha presentado un régimen de lluvias propicio, que ha tenido efectos positivos en las cosechas y los crecimientos.

Pero de cara a los productores también se han dado impactos, pues la reducción sostenida de los precios ha afectado la rentabilidad –en especial para subsectores cuya orientación es hacia el mercado doméstico–, en casos como el del arroz, que respondió a la política pública desde el Ministerio de Agricultura, con el programa Colombia Siembra –con el que se amplió en un millón de hectáreas el área sembrada del país–. Desde la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) se ha advertido que, además del programa Colombia Siembra, se debió crear otro que fuera Colombia Compra. Parece que en el Ministerio escucharon este clamor y acaban de lanzar el programa Colombia Vende y Comercializa para que los productos agrícolas se puedan comercializar a un precio justo.

Además, aunque empiezan a descollar productos como aguacate hass, cacao y piña, que podrían convertirse en las ‘nuevas estrellas exportadoras’, el agro no se destaca en el mercado externo. Anif lo planteó a mediados de año en uno de sus informes, al señalar que la dinámica de crecimiento del agro no se ha reflejado en mayores exportaciones, “aun con la corrección de la apreciación cambiaria resultante de la prolongada Enfermedad Holandesa de 2010-2014. En efecto, dichas ventas externas alcanzaron los US$2.615 millones en los últimos doce meses a junio de 2017, desacelerándose de 4,3% a 3,2% durante el último año. Con ello, las exportaciones agropecuarias continuaron representando 8% de las exportaciones totales, lejos todavía de lograrse la anhelada diversificación exportadora”.

Aunque los datos de crecimiento pueden ser un hecho puntual y coyuntural y las ventas al exterior no reaccionan, no cabe duda que el agro es uno de los llamados a jalonar la economía en un escenario de posconflicto. Para lograrlo es necesario avanzar en la búsqueda de eficiencias, en mayores productividades y en darle un enfoque mucho más empresarial y formal a las actividades del campo.

Esta debe ser una oportunidad para hacer los cambios necesarios en la política de tierras, dar claridad en las reglas del juego, la titulación y propiedad, y proveer la seguridad jurídica necesaria para que la inversión en el campo colombiano aumente. Los ojos están puestos en la Ley de Tierras y en la presión que tiene el Estado colombiano por buscar tres millones de hectáreas para el desarrollo de proyectos productivos.

Sin embargo, esa norma aún está en consulta previa y el trámite en el Congreso, en pleno esfuerzo por sacar la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y en medio del debate electoral, se hará cada vez más difícil para el Gobierno.

Y, por si fuera poco, también está pendiente el enorme trabajo que en materia de vías terciarias tiene que hacerse en la Colombia rural para darle más competitividad al sector y generar mayor productividad en el campo. Cuando se envió el primer contenedor de aguacate hass a Estados Unidos, ese fue el principal reclamo de la cultivadora.

Son muchas las tareas por hacer para consolidar ese liderazgo que hoy tiene el campo en materia de crecimiento. Pero, sin duda, las oportunidades están dadas.

Fuente: Dinero

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