El comercio está frente a esa disyuntiva. Y hay que dar pasos. Una particularidad en los países en desarrollo como Colombia es que algunas regiones están rezagadas y requieren mayor asistencia técnica
La forma de comprar y vender ha tenido cambios permanentes y radicales en las últimas décadas. A mi generación le correspondió la aparición de internet, el comercio electrónico y una oleada vertiginosa de innovación y renovación tecnológica. Y cambios novedosos en los consumidores, más orientados al costo-beneficio, bajo costo con calidad.
Una reciente encuesta de una consultora de investigación de mercados especializada en tendencias de consumo, comunicación y nuevas tecnologías, The Cocktail Analysis, indicó que entre 2016 y 2018 hubo un crecimiento de 9% en el uso del comercio electrónico. En promedio, ocho de cada 10 personas en Colombia ha hecho algún tipo de compra en línea. El sondeo destaca que los niveles socioeconómicos 1 y 2 son los que más han incrementado su uso.
También aumenta la tendencia a adquirir más servicios que bienes. El 62% de los servicios de transporte y 66% de pedidos de comida a domicilio se contratan a través de la red.
Los consumidores van más de prisa que la industria y el comercio. El último Informe Nacional de Competitividad 2018-2019 indica que Colombia se sitúa por debajo del promedio latinoamericano en velocidad de conexión a internet y tiene baja penetración a pesar de los intensos esfuerzos.
Otro dato interesante es que solo 20% de las industrias vende a través de internet y en el sector comercial apenas 13,3%. No puede aplazarse la necesidad de ampliar la penetración digital para ser más competitivos y a la vez regular el comercio por internet, para que sea más justo y legal y el comercio físico no siga en desventaja.
El comercio está frente a esa disyuntiva. Y hay que dar pasos. Una particularidad en los países en desarrollo como Colombia es que algunas regiones están rezagadas y requieren mayor asistencia técnica, apoyo institucional y capacitación para que sus negocios se fortalezcan, se diversifiquen, crezcan y sigan siendo motor de crecimiento para el país.
Además de estar al tanto de las tendencias y de las tecnologías, es oportuno que reflexionemos y actuemos en función del cambio en la forma de hacer comercio, la manera de hacer la venta. Los micro, medianos y grandes comerciantes deben movilizarse al cambio. Hay una gran oportunidad para lograr más competitividad adecuándose a las necesidades del consumidor que busca costo vs calidad (como hace rato lo viene pidiendo), pero que ahora va de la mano con la posibilidad de validar y querer más. Las herramientas para hacerlo ya están disponibles.
En este camino se necesita que la política cuente con los procedimientos que aseguren el comercio legal y la competencia justa, equiparar la responsabilidad de los proveedores de servicios por internet al de los distribuidores y proveedores de los sistemas convencionales.
El sistema simplificado de tributo propuesto en la ley de financiamiento es una gran oportunidad para lograr la formalización y debería venir acompañado de programas específicos del Sena en la formación, de iNNpulsa en emprendimiento e innovación, de Bancóldex en el desarrollo de productos financieros a la medida, de la Dian para el desarrollo y cobertura de la factura electrónica, del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en favor de la legalidad, en el apoyo a la industria nacional y las mejoras posibles de productividad.
Es el momento del cambio. El comercio debe adecuarse al futuro.
AmCham Colombia presenta una nueva edición del Observatorio Estados Unidos, una actualización semanal sobre las noticias e información más relevantes ...
Comercio para el futuro
El comercio está frente a esa disyuntiva. Y hay que dar pasos. Una particularidad en los países en desarrollo como Colombia es que algunas regiones están rezagadas y requieren mayor asistencia técnica
La forma de comprar y vender ha tenido cambios permanentes y radicales en las últimas décadas. A mi generación le correspondió la aparición de internet, el comercio electrónico y una oleada vertiginosa de innovación y renovación tecnológica. Y cambios novedosos en los consumidores, más orientados al costo-beneficio, bajo costo con calidad.
Una reciente encuesta de una consultora de investigación de mercados especializada en tendencias de consumo, comunicación y nuevas tecnologías, The Cocktail Analysis, indicó que entre 2016 y 2018 hubo un crecimiento de 9% en el uso del comercio electrónico. En promedio, ocho de cada 10 personas en Colombia ha hecho algún tipo de compra en línea. El sondeo destaca que los niveles socioeconómicos 1 y 2 son los que más han incrementado su uso.
También aumenta la tendencia a adquirir más servicios que bienes. El 62% de los servicios de transporte y 66% de pedidos de comida a domicilio se contratan a través de la red.
Los consumidores van más de prisa que la industria y el comercio. El último Informe Nacional de Competitividad 2018-2019 indica que Colombia se sitúa por debajo del promedio latinoamericano en velocidad de conexión a internet y tiene baja penetración a pesar de los intensos esfuerzos.
Otro dato interesante es que solo 20% de las industrias vende a través de internet y en el sector comercial apenas 13,3%. No puede aplazarse la necesidad de ampliar la penetración digital para ser más competitivos y a la vez regular el comercio por internet, para que sea más justo y legal y el comercio físico no siga en desventaja.
El comercio está frente a esa disyuntiva. Y hay que dar pasos. Una particularidad en los países en desarrollo como Colombia es que algunas regiones están rezagadas y requieren mayor asistencia técnica, apoyo institucional y capacitación para que sus negocios se fortalezcan, se diversifiquen, crezcan y sigan siendo motor de crecimiento para el país.
Además de estar al tanto de las tendencias y de las tecnologías, es oportuno que reflexionemos y actuemos en función del cambio en la forma de hacer comercio, la manera de hacer la venta. Los micro, medianos y grandes comerciantes deben movilizarse al cambio. Hay una gran oportunidad para lograr más competitividad adecuándose a las necesidades del consumidor que busca costo vs calidad (como hace rato lo viene pidiendo), pero que ahora va de la mano con la posibilidad de validar y querer más. Las herramientas para hacerlo ya están disponibles.
En este camino se necesita que la política cuente con los procedimientos que aseguren el comercio legal y la competencia justa, equiparar la responsabilidad de los proveedores de servicios por internet al de los distribuidores y proveedores de los sistemas convencionales.
El sistema simplificado de tributo propuesto en la ley de financiamiento es una gran oportunidad para lograr la formalización y debería venir acompañado de programas específicos del Sena en la formación, de iNNpulsa en emprendimiento e innovación, de Bancóldex en el desarrollo de productos financieros a la medida, de la Dian para el desarrollo y cobertura de la factura electrónica, del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en favor de la legalidad, en el apoyo a la industria nacional y las mejoras posibles de productividad.
Es el momento del cambio. El comercio debe adecuarse al futuro.
Publicada en La República, disponible aquí
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