El caos de las ideologías


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Con la disgregación partidaria, con la dispersión de propósitos, se hace cada día más difícil articular acuerdos que nos lleven a un pacto nacional sobre lo fundamental.

Por María Claudia Lacouture, directora ejecutiva de AmCham Colombia.

Durante el siglo pasado el poder en Colombia lo disputaron dos partidos políticos, el Liberal y el Conservador, y la sociedad estaba dividida entre esas dos doctrinas, y ambas tenían claramente definidos sus pensamientos, sus convicciones, y defendían con vehemencia y pasión sus postulados. No era un ejemplo de democracia, por supuesto, debido a que le pusimos balas a los discursos y rabia a la militancia.

Afortunadamente esos tiempos pasaron y, con el desarrollo de las comunicaciones y el auge de la tecnología, hoy las confrontaciones políticas se resuelven en las urnas, con sus imperfecciones, pero con la garantía de poder hacer cambios dentro de la democracia. Y lo que ganamos en garantías y participación, lo hemos ido transformando en incertidumbre sobre el modelo político que queremos y necesitamos.

Los abuelos de los millennials de hoy llegaban a las urnas con claridad absoluta, siempre fue fácil detectar los dos polos, izquierda o derecha. A propósito, los términos de derecha e izquierda provienen de una anécdota curiosa: tras la revolución francesa, en el nuevo parlamento de ese país los miembros que defendían los principios republicanos, como la extensión de los derechos ciudadanos y la equidad, se sentaron en la parte izquierda de la Asamblea, y aquellos defensores del establecimiento, las tradiciones, el derecho a la propiedad, se sentaron a la derecha. Así comenzó una costumbre de llamarse de izquierda o de derecha.

Hoy en día esos conceptos de modelos ideológicos se han diluido, al punto de que un político ya no necesita una línea de pensamiento, ni de un plan de gobierno, ni de propuestas concretas, para ganar una elección. Incluso se ganan elecciones votando en contra de otro y en la medida que el mundo digital y las redes sociales avanzan es más fácil vencer a un oponente con calumnias que con argumentos.

Entre los abuelos partidistas y los millennials volubles dimos un salto importante hacia la tolerancia, y mientras se difuminaban los partidos tradicionales surgieron cientos de movimientos y agrupaciones políticas que aparecen y desaparecen, que no se guían por ideologías ni doctrinas ni disciplinas de partido y optaron por armar colchas de retazos con frases de efecto y propuestas facilistas, sin cohesión, sin visión de país, enfocados en captar y captar, manipulando las redes sociales, captando a la deriva jóvenes inconformes que piden cambios, que necesitan que se les garantice el futuro.

Todo lo anterior se vio reflejado en las elecciones de la semana pasada. No podemos decir que hubo un partido que haya ganado, no se gana por ser parte de una coalición. Si se pregunta cuál es la ideología de los candidatos, las respuestas son vagas, porque ganaron las propuestas que resuelven necesidades puntuales, intereses de momento, y perdió Colombia, que no encuentra el camino para definir su futuro.

Con la disgregación partidaria, con la dispersión de propósitos, se hace cada día más difícil articular acuerdos que nos lleven a un pacto nacional sobre lo fundamental. Las principales fuerzas políticas perdieron la facultad de controlar un caudal nacional, de tener una estructura manejable y plataformas programáticas consolidadas. El caos ideológico no ayuda a resolver los grandes retos de nuestra sociedad.

Publicado en La República, disponible aquí

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