Libertad económica


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La regulación debe estar centrada en el consumidor, incentivar la competencia, la inversión, la innovación y la productividad, con un sistema legal despolitizado que además garantice la propiedad privada y la intelectual. También la tecnología juega un papel fundamental en la transición hacia los mercados y la libertad económica como factor de competitividad, dinamiza los procesos y permite insertarse con mayor eficiencia.

Por: Maria Claudia Lacouture, Directora Ejecutiva de AmCham Colombia

Bogotá, 23 de noviembre (AmCham Colombia)-. Hay unos enunciados en las ciencias económicas según los cuales no existe democracia plena sin libertad económica y más libertad redunda en más prosperidad y menos pobreza. Según el informe del Instituto Fraser de Canadá sobre libertad económica en Colombia, que revela su puesto 95 entre 195 países, existe una tendencia a satanizar la economía de mercado sin reconocer que durante décadas ha sido el modelo que sacó a miles de millones de personas de la pobreza en todo el mundo. El informe critica con vehemencia el hecho de que haya muchas personas con poder de influencia que defienden un modelo caduco, proteccionista, paternalista y de barreras y observa que es evidente que algunos países similares a Colombia crecieron más en los últimos tiempos gracias a políticas consistentes de comercio exterior y por la flexibilidad en la operación general de los mercados. La industria colombiana ha tenido que sobrevivir con inseguridad tributaria, con obstáculos para exportar, con una legislación laboral restrictiva que desincentiva la creación de empleo y fomenta la informalidad. La normativa está elaborada para beneficiar a una minoría privilegiada.

Los 48 expertos que elaboraron el informe del Fraser Institute, publicado por el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga, son muy enfáticos en que la empresa privada debe asumir un mayor protagonismo, reforzar su posición de interlocución y salirse de su papel de simple receptor de políticas coyunturales: debe ser impulsor de las mismas, complementar al estado en sus propósitos, ser vocero de las libertades económicas.

La regulación debe estar centrada en el consumidor, incentivar la competencia, la inversión, la innovación y la productividad, con un sistema legal despolitizado que además garantice la propiedad privada y la intelectual. También la tecnología juega un papel fundamental en la transición hacia los mercados y la libertad económica como factor de competitividad, dinamiza los procesos y permite insertarse con mayor eficiencia.

Me llamó la atención de ese informe las reflexiones sobre la necesidad de reducir las restricciones económicas a los ciudadanos, como la posibilidad de que cada quien pueda utilizar la moneda que quiera, tener cuenta en dólares o hacer transacciones abiertas y sin restricciones en cualquier denominación. Los exportadores, por ejemplo, deberían poder tener cuentas en dólares, lo cual facilitaría el comercio y la inversión.

La falta de libertad económica suele ser el mayor obstáculo para el crecimiento económico y la causa por la cual la mitad de la fuerza laboral de Colombia se encuentra en la informalidad, no paga impuestos y constituye una ventana para el contrabando, la piratería y la corrupción. La informalidad laboral, medida como el porcentaje de personas que no tienen acceso a seguridad social, representa 62,7% de la población ocupada, según el último reporte del Consejo Privado de Competitividad.

La ausencia de protección legal es injusta, perpetúa la pobreza, incentiva el mercantilismo, el intervencionismo oficial y propicia la exclusión de muchos colombianos de la estabilidad y bienestar. Necesitamos menos proteccionismo y más acciones incluyentes, con valores y solidaridad y, sobre todo, tomar la iniciativa para abordar los problemas y los retos con una interlocución abierta, fluida y constructiva con todos los estamentos.

Publicado en La República, aquí

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