Mujer y política

22 de marzo de 2022

Sin embargo, hay que destacar los aspectos positivos, como el hecho de que el Congreso quedara más abierto en cuanto a filiaciones políticas, lo que obligará a que se busquen consensos, a que haya más esfuerzos por entendimientos y que los congresistas y el nuevo gobierno estructuren propuestas más abiertas e inclusivas para poder tener el apoyo mayoritario. La esperanza que guardamos los optimistas es que esa diversidad política e ideológica sirva para enriquecer el debate y no para entorpecerlo.

Por: Maria Claudia Lacouture, Directora Ejecutiva de AmCham Colombia

Bogotá, 22 de marzo del 2022 (AmCham Colombia)–En cuestiones electorales, por lo general, nos queda la sensación de que hubiera podido ser mejor, pero si evaluamos con actitud positiva los comicios del pasado 13 de marzo tenemos que reconocer que se avanzó en democracia: habrá más pluralidad política en el hemiciclo parlamentario, las mujeres aumentaron su presencia en el Congreso, hubo casi total tranquilidad en el orden público durante la jornada, la democracia salió fortalecida y predominó la institucionalidad.

Nos falta vencer la abstención, que siempre supera 50% (votó 45,87% del censo electoral) y que desaparezca la práctica de la compra de votos, que se elija a conciencia y que ganen los mejores, los más honestos, los más representativos. Tal vez habría que dar un saldo digital para facilitar la participación, procurar incentivos adicionales a los que existen, promover campañas pedagógicas sobre civismo y democracia e, incluso, recuperar las materias escolares que enseñan los valores patrios, los derechos y los deberes de los ciudadanos.

Sin embargo, hay que destacar los aspectos positivos, como el hecho de que el Congreso quedara más abierto en cuanto a filiaciones políticas, lo que obligará a que se busquen consensos, a que haya más esfuerzos por entendimientos y que los congresistas y el nuevo gobierno estructuren propuestas más abiertas e inclusivas para poder tener el apoyo mayoritario. La esperanza que guardamos los optimistas es que esa diversidad política e ideológica sirva para enriquecer el debate y no para entorpecerlo.

Una mayor presencia de las mujeres en el Senado y en la Cámara de Representantes debe ser garantía de que los debates se enriquecerán con visiones más inclusivas, que se propicien más espacios para las mujeres emprendedoras, para las madres cabezas de familia, para que haya más equidad dentro de las empresas, paridad en los salarios, oportunidades igualitarias, integridad sexual; que se fomente el trabajo del cuidado y se progrese en asuntos tan determinantes e importantes para el futuro como la economía circular y las energías renovables.

La bancada de las mujeres para los próximos cuatro años contará con 85 congresistas, 30 más que en el periodo legislativo que termina y con 28,8% de representatividad. Y esto sucedió sin que la Corte Constitucional haya sancionado todavía la ley que establece la paridad de género, aprobada por el Congreso en 2020, y que obliga que las listas de candidatos tengan 50% mujeres.

Aunque lejos de los porcentajes de participación de países latinoamericanos como Bolivia (55,6%), México (49,2%) o Argentina (43,1%) Colombia se coloca por encima del promedio global de mujeres parlamentarias (25,1%) y más cerca del promedio en la región de las Américas (32%). En 2026 estaremos por encima de ese porcentaje sin duda alguna.

Otro desafío importante es mejorar la presencia femenina en gobernaciones y alcaldías en las elecciones de 2023. En 2019, únicamente dos mujeres obtuvieron el cargo de gobernadoras (Valle del Cauca y Atlántico), tres menos que en 2015. Mientras, 132 fueron elegidas alcaldesas, menos del 15% del total. En Vichada y Amazonas, departamentos donde la población con autorreconocimiento indígena representa una proporción cercana al 60%, no hay y no ha habido alcaldesas, según un informe de ONU Mujeres y la Consejería Presidencial para la Mujer.

Avanzamos, por supuesto, y eso es lo importante.

Publicado en La República. Disponible aquí