No es cuestión de paladar

15 de mayo de 2018

Es hora de que la agenda bilateral se enriquezca en torno a diferentes temas, para lograr potenciar al fin los beneficios del TLC sobre la economía colombiana.

 

Los aniversarios son escenarios propicios para hacer balances. Los hacen los analistas económicos, con énfasis en las cifras; los críticos sistemáticos que escudriñan en los defectos; los aperturistas que lo consideran esencial; y muchos otros matices que al final pueden dejar un sabor agridulce. Pero no es una cuestión de paladar.

Y los que menos suelen opinar son los empresarios. Por ello, en Amcham Colombia, con motivo del sexto aniversario de la firma del Tratado de Libre Comercio de Colombia con Estados Unidos, hicimos una encuesta con 120 empresas para tener una información más objetiva desde el punto de vista de sus principales protagonistas, además de un estudio sobre las circunstancias que incidieron en el desarrollo del TLC.

La encuesta se hizo con empresas exportadoras, importadoras y otras que han recibido inversión extranjera. Un dato sobresaliente es que para 62,3% de los exportadores y 64,1% de los importadores el acuerdo ha sido útil para su negocio. En ambos casos cerca del 30% lo considera irrelevante y menos del 5% perjudicial.

Al margen de las percepciones, hay que recalcar que el TLC ha sido vital para la institucionalidad de las relaciones, la estabilidad en las reglas de juego y por los innumerables canales de oportunidades que se abrieron y que mantienen el acceso privilegiado al mejor mercado del mundo.

El estudio profundizó sobre las diferentes variables que han afectado el TLC, su contexto internacional, las circunstancias nacionales, lo que supuso hacer la transición entre la Apdea y un acuerdo comercial, las dificultades, los pendientes, las enseñanzas, los logros y los retos.

Su primera dificultad se produjo de entrada, justo cuando la economía mundial afrontaba una desaceleración y EE.UU. dejaba de comprar el 55% de nuestros principales productos de exportación (85% del total exportado), con nuestra competitividad virtualmente estancada y en medio del conformismo generalizado por una década de crecimientos anuales por encima del 4,5%. Tiempos en los que todos parecían muy amañados con el mercado doméstico o, a lo sumo, exportando excedentes.

Los resultados del estudio muestran que, pese al rezago exportador colombiano, el acuerdo tuvo efectos importantes a nivel micro: aumentó el número de empresas que exportan a EE.UU., la cantidad de productos exportados y se vislumbra una moderada diversificación. Además, la inversión estadounidense, de unos US2.000 millones promedio, contribuyó a incrementar los capitales foráneos que han financiado el déficit en cuenta corriente. Es aún más apreciable si se tiene en cuenta que esa inversión no ha estado concentrada en los minero-energéticos, sino que se han orientado por igual a más de 15 sectores productivos.

Si bien es necesario seguir avanzando en los temas más apremiantes de la relación bilateral (como la erradicación de cultivos ilícitos), y en tratar de resolver los temas complejos de la agenda económica (como la propiedad intelectual, la política de chatarrización y la intervención de los precios de los medicamentos), hay que lograr que la cooperación se traduzca en mejoras en productividad, más diversificación de la canasta exportadora, cambio tecnológico y desarrollo de sectores específicos con potencial, como es el caso del turismo y el agro, por ejemplo.

Es hora de que la agenda bilateral se enriquezca en torno a estos y otros temas, para lograr potenciar al fin los beneficios del TLC sobre la economía colombiana.

 

 

Publicado en La República, disponible aquí